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Reseña / Relato de Club Swinger .- 1/3

tacoman

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Primero un poco de contexto:


Soy una mujer, V, de 28 años, 1.64, caderona y culona, cabello pelirrojo, piel clara, cara bonita, tetas de buen tamaño y pezones y coñito rosados, a la que le gusta mucho tener sexo y correrse a chorros mientras la observan. Tengo un fetiche un poco peculiar: me gusta que me vean y tengan ganas de cogerme, pero que no puedan tenerme.

Mi novio (llamémoslo R, hombre, 37 años, 1.97, fornido, cabello castaño, piel clara y barba) es del tipo dominante y le encanta exhibirme, hacerme sentir su puta y llenarme el coñito de leche.




Club SW​


No era mi primera vez ahí, así que le tenía poca fe. En esta ocasión usé un putivestido negro de piel, muy pegado y corto, de hombros destapados. También llevé tacones altos y me maquillé de acuerdo con la ocasión. Lo único que me tapaba y hacía un poco menos discreto era mi chamarra blanca de carreras, de la que me despojé de inmediato al entrar al club.

La remodelación les quedó bastante bien: bar básico, algo costoso ($600 de cover para pareja y $800 de consumo mínimo, algo abusivo sinceramente), pero bastante lleno. No se ve así a simple vista, pero una vez entrando se nota lo grande y concurrido del lugar. Sillas y lugares bastante incómodos.

La música estridente claramente no te deja mucho espacio para socializar, aunque sí para ver, ya que la cantidad de gente lo hace muy morboso y el acomodo de las sillas tipo butaca permite que todos vean a todos en todo momento.

Al llegar nos asignaron mesa justo al final, por lo que desfilamos enfrente de todos los que ya estaban sentados en sus lugares. De inmediato noté las miradas pegadas a mis piernas y caderas antes de finalmente sentarnos en nuestras sillas.

Decidimos pedir una jarra de clericot para ponernos en ambiente un poco antes de darnos la vuelta a ver los cuartos.

El cuarto de solteros está muy pequeño y poco ventilado, pero con bastantes solteros, lo que dio rienda a mi imaginación.
Entramos solo a ver, pero había tantos hombres que en algún momento, al caminar, sentí cómo me agarraban una nalga y me restregaban una verga en la oscuridad del lugar.

Lastimosamente no nos quedamos a más.

El de parejas también me parece un poco pequeño, pero los sillones están muy cómodos y se tiene buena vista. La verdad, me gusta ir a ver y que me vean, así que me funciona bien este lugar: tengo público y no tengo que convivir más de lo necesario. Es un cuarto rectangular, oscuro e iluminado apenas con algunas luces rojas. En un costado hay un pasillo que termina en dos callejones: uno con un sillón suficientemente grande para que se siente una persona y otra montándola, y otro que tiene un sillón parecido antes de un cuarto pequeño con una periquera y algunos aditamentos BDSM, pero muy sencillo.

Habiendo explorado ambas opciones, decidimos regresar a nuestros lugares para decidir qué hacer después.

Como ya mencioné, yo iba con un vestido de piel negro muy corto, así que sentados en las periqueras, R se dedicó a tocarme las piernas y subirme el vestido para que enseñara la tanga de hilo que traía.

Me ordenaba que abriera las piernas para que se viera mejor y me jalaba del pelo para besarme y, de vez en cuando, bajarme un poco la parte de arriba del vestido para que se asomara la orilla de los pezones. Yo estaba un poco nerviosa, pero aun así estaba muy mojada y lista.

Le manoseaba la verga a R sobre el pantalón y él ya estaba bien duro, por lo que en cuanto sugirió ir al cuarto yo ya estaba más que lista. R me susurró al oído que ya me quería escurriendo del coño como le gusta verme, no solo mojada.

Ya con las ganas a flor de piel, nos dirigimos al cuarto de parejas y entramos a la habitación. Buscamos un lugar donde sentarnos, la verdad no estaba muy lleno, pero tampoco queríamos sentarnos inmediatamente junto a alguien.

A R le gusta besarme rudo: me toma el cuello y la cara con sus manos y forza su lengua dentro de mi boca caliente. Después me jaló del cabello para tener mi cara justo frente a la suya, empezó a subirme el vestido y a meterme mano.

En cuanto sintió mi tanga bien húmeda, me bajó a chuparle la verga y se sentó cómodamente mientras yo continuaba pasándole la lengua por todo ese mástil ya bien duro y llorando por la forma en la que pasaba mi lengua por sus huevos.

Me sacó las tetas del vestido y me manoseó toda; se incorporó y pasó sus manos por todo mi culo, me estrujó las tetas y jugó con mis pezones. Era imposible evitar mojarme muchísimo mientras estaba ahí, arrodillada, viendo a otras parejas, y continué chupándosela.

Al fin me ganó la urgencia y me subí a montarlo. La verdad solo me dejó usarlo: lo monté duro, disfrutando cómo me clavaba su jugosa verga hasta el fondo y de vuelta. Incluso con el ruido de fondo y lo concurrido del cuarto se escuchaba lo mojados que estábamos y cómo chapoteaba cada que me dejaba ir sobre su verga, determinada a exprimirle todos los orgasmos que pudiera en ese cuarto oscuro. Me corrí a chorros hasta dejarle empapada la camiseta y los pantalones con mis fluidos vaginales.

Correrme de esta forma me dejó exhausta, por lo que R me cargó con su verga aún dentro de mí, me aventó en la cama y me puso en cuatro para continuar penetrándome de perrito.

La gente nos veía y yo me sentía la más puta, estaba extasiada de tanto placer. Me corrí al menos otras tres veces, solo sintiéndome bien puta, con la tanga a un lado, el vestido enrollado, los tacones puestos, viendo a las parejas en el cuarto manoseándose y dándose mamadas, y mi R metiéndomela hasta el fondo. Mis gemidos de placer inundaban el cuarto.

Cuando finalmente mis piernas dieron todo de sí, R me levantó y me dejó salir del cuarto a tomar un respiro y una pausa al baño para limpiar todo mi desastre. Regresamos a nuestros lugares y seguimos tomando para agarrar fuerzas para después.

Aprovechando la música que sonaba y que había varias parejas en la pista, bailamos una canción, más por románticos que por otra cosa. Experiencia nueva en todos los sentidos, ya que nunca habíamos bailado nada en público.

La segunda vez que entramos al cuarto de parejas entramos con la decisión de coger, así que nos sentamos en un sillón en medio del cuarto, me subió el vestido para exponer mis jugosas nalgas al cuarto y me ordenó bajar a que le chupara la verga.

Yo con mucho gusto me entretuve mamándole el pito, y en ese momento a R se le hizo buena idea preguntarle a la pareja sentada a nuestro lado si podía tocarle las tetas a la chica.

Al parecer esto fue suficiente para darnos permiso de más: a los pocos minutos de seguir cada quien en lo nuestro, la chica volteó a nuestro lado para tocar mis tetas y manosear a R en los brazos y hombros.

Eventualmente la chica comenzó a masturbar a R y el chico a tocarme las tetas. Estuvimos mucho rato con ellos, cuando me urgía montarme nuevamente en R, la chica me chupó las tetas y R nos acercó cara a cara con sus manos para besarnos. La chica tomó mi mano y la guió hacia la verga de su chico para que lo masturbara. Fue un momento delicioso y los gemidos y fluidos estaban por doquier.

Me bajé de su verga y me senté sobre sus piernas. Con mis piernas abiertas, enseñándoles todo el coño y las tetas a todos, R me dedió y dejó que todos vieran cómo me corría sobre él, mientras la pareja de un lado seguía besándome las tetas y manoseándome.
Para este punto ya teníamos bastante público, incluida una parejita que estaba sentada directamente enfrente de nosotros y solo nos veía con una sonrisa pícara mientras se abrazaban.

La verdad no me enteré ni de cuántas veces me corrí esa noche, pero al salir era como si a R lo hubieran bañado a cubetazos de mis corridas de la cintura para abajo.
R no se corrió. Eso lo guardamos para después, pero de momento salí con las piernas temblorosas, sudada, cubierta de fluidos y muy, muy sonriente.

Pagamos la cuenta y salimos a esperar al valet parking en la avenida. Me sentí como puta completa, ya que el vestido que traía era muy corto y dejaba muy a la vista mis piernas blancas y culo prominente a cualquier ojo que tuviera la suerte de pasar en ese momento.

La banda que amenizó la noche estaba afuera tomándose un break, y no dejaba de verme las piernas y cómo R me manoseaba el culo en plena avenida López Mateos para la envidia de todos los presentes.

Finalmente, el valet llegó con nuestro coche y fue momento de irnos.



Al término de esta experiencia, se me ocurrió una nueva fantasía que quería que R me cumpliera:

Me encantaría entrar al cuarto de solteros, poner calientes a todos pero que solo nos vieran.

¿Qué iban a ver?

Cómo R me besaba y me tocaba las nalgas, me subía el vestido y dejaba a la vista mi tanga, después subía por mi cuerpo y me bajaba el vestido para dejar mis tetas al aire, que me inclinara y me comiera el culo enfrente de todos y tal vez, solo tal vez, dejarlos tocarme las tetas, correrme y dejar todo mi squirt en el piso. Que ellos vieran lo rico que mi R me hace correrme, y después agacharme así, con la ropa mal puesta, a chuparle la verga.

Decidí contarle esto a R y pedirle que me ayudara a cumplir la fantasía, a lo que accedió con gusto.
Ya decididos y platicados los términos en los que lo haríamos, nos dedicaríamos a buscar el mejor lugar para hacerla realidad.
 

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Stefan Volich

Miembro Reconocido
Miembro del equipo
Moderador
Catador
Más de algún morboso alimentará su imaginación de este relato que, deambula entre la realidad y la ficción.

Saludos.
 
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