Stefan Volich
Miembro Reconocido
- Nombre / Agencia
- Perséfone
- Contacto
- +523325088665
- Precio
- 2500 x 2.5 horas
- Tiempo acordado
- 2.5 horas
- Forma de pago
- Efectivo
- Anticipo
- 300 por mercado pago
- Rostro
- 3,00 estrella(s)
- Imagen (Photoshop/Filtros)
- Nada, solo se cubre el rostro por privacidad
- Busto
- 3,00 estrella(s)
- Cuerpo
- 3,00 estrella(s)
- Actitud
- 5,00 estrella(s)
- Edad aproximada
- 28
- Trasero
- 5,00 estrella(s)
- Besos
- Besos Atascados
- Oral
- 5,00 estrella(s)
- Atención a los huevos
- Si
- Oral con baba
- Si
- Oral a ella
- Si
- Oral natural
- Si
- Anal
- Extra, pero no se realizó
- Extras
- Maneja varios, pero no los recuerdo
- Desempeño Sexual
- 5,00 estrella(s)
- Repetirías/Recomendada?
- Si, siempre que no haya tema con la talla de la señorita.
Disclaimer/exoneración de responsabilidad: la presente reseña corresponde a la experiencia que un servidor ha tenido con la señorita en cuestión, y dejando a un lado la polarización de algunos miembros en los distintos grupos de comunicación, no pretende favorecer ni beneficiar deliberadamente a la persona, porque la única finalidad de mis comentarios es servir como referencia a la decisión que los demás miembros; ya sea que no conocen o esperan conocer de la susodicha. Esta nota la estaré poniendo a manera de aclaración para evitar malos entendidos.
Una disculpa por mi ausencia y mi nula aportación, pero acuso una fatiga mental que me corroe. Sin embargo, quería lavar mi agotamiento en las fauces de la oscuridad y el pecado, es por eso que elegí un encuentro con Perséfone. La emperatriz de las tinieblas y la lujuria.
Primero, aprovecharé la ocasión para compartir una reflexión que comprobé cuando tuve en mi poder toda el apetito sexual de semejante espécimen delicado y sensual.
Cuando conocí su seudónimo era inevitable pensar en el poema de Hesíodo donde narra la obra y vida de Perséfone, y como se convirtió —obligada por Hades— en reina del Inframundo. A saber, en ella encontré esa fertilidad perenne de hambre sexual que parece ser inmutable a través del tiempo, y aunque hace la aclaración sobre su ninfomanía, fue un deleite aspirar en saciar ese apetito insoldable.
Segundo, me resulta irresistible hacer una semblanza al maestro Dante Alighieri, cuando dice: «A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba, porque mi ruta había extraviado». Solo que a diferencia de Dante “el personaje narrado y representación del autor”, yo no extravié mi camino, sino que hube de confabular para urdirlo en la lumbre y el placer.
Sin más dilación procedo en relatar parte de mi proeza con la reina de mis noches y mis desvelos.
Desde diciembre busqué coincidir, pero no fue posible. Así que estuve atento a su regreso en este mes, y por fin logramos acordar una cita en el nicho donde retozan las almas corrompidas por el frenesí del pecado.
Pactamos hacer la reunión matutina, me instalé como era debido —habitación con Jacuzzi y notificación de la habitación a la señorita—, realicé todos los preparativos que se hacen antes de cada cita. Una vez listo procedí a esperar cómodamente a que llegara.
Suena el teléfono, y era el aviso que todos esperamos con ansias.
Sinceramente al no conocer su cara siempre existe esa zozobra respecto al aspecto, sin embargo, no es fea y le encontré parecido a una amiga, así que era como si estuviese descargando mi virilidad en un rostro familiar.
Escuché los tacones resonando cada vez más fuerte, y al abrir me encuentro a la esposa de Hades que subió del inframundo para abrasar a un simple mortal como yo, con el fuego fatuo de su pasión desenfrenada.
Me pide que la reciba como es debido, y de inmediato noté que la interacción era arrebatada y excesiva —para nada es queja—, porque el beso de bienvenida fue prologado; mucha lengua, muchas mordidas de labio, y caricias furtivas.
Después rompimos el hielo sobre la cama, y comenzó los envites de pasión. Coloqué sus grandes zapatillas como aretes azabaches que se columpiaban sobre mis hombros. Entre besos y el deleite de mi boca son sus pezones perforados, estuve intercalando las interacciones a manera de pausas entre cada incursión de mi lanza de carne. Sentí como un hontanar de néctar bañaba a mi soldado solitario, y eso demostraba que los múltiples orgasmos eran verídicos.
Reposamos, bebidos un poco, escuchábamos música de su gusto (un metal, alternativo, post punk, punk, metal, hardcore) —lo cual era un deleite, porque no hay muchas mujeres que tengan esos gustos musicales—. Después de la recuperación le pedí que me montara para comprobar su rendimiento, el cual volvió a ser sobresaliente. Aunque antes de eso, sacó a relucir su gran capacidad para el oral que fundió en llamas ardientes al llanero anacoreta.
El talle carnoso de su figura me estimulaba al verlo dejado de su lencería llena de líneas, y encaje. El movimiento de cadera era ideal, y nuevamente sentí como del manantial brotaba néctar que volvió a inundar a mi soldado solitario.
Los besos, las mordidas en las viandas perforadas; absolutamente todo hacía juego con la intensidad del fuego fatuo de su pasión.
La invité al Jacuzzi que estaba listo, y ahí fue más de lo mismo. Vino para rememorar al dios Baco, y entre las caricias hubo momento de platicar largo y tendido sobre el séptimo arte, historia del arte universal y corrientes antropológicas, así como un poco de teología.
En verdad, me sentí cautivado por tan placentera plática.
El tiempo acabó y quedaron pendientes más aventuras entre nosotros, y se firmó un hasta pronto.
Un pequeño pensamiento para ella.
Ella representa la pasión más baja
y la cima más elevada del pensamiento;
es, como diría cualquier filósofo:
La cúspide del ocaso humano,
porque detrás de toda esa lumbrera
existe el refugio donde todo hombre desea descansar.
A tener en cuenta que Perséfone entra en la categoría curvy/chubby, y no es para todo el público. En lo que respecta a su rendimiento, la nota es muy alta. Recomendable para el público amante de la abundancia de carne y de placer.
Sin otro asunto que atender, siempre suyo, Stefan Volich.
Una disculpa por mi ausencia y mi nula aportación, pero acuso una fatiga mental que me corroe. Sin embargo, quería lavar mi agotamiento en las fauces de la oscuridad y el pecado, es por eso que elegí un encuentro con Perséfone. La emperatriz de las tinieblas y la lujuria.
Primero, aprovecharé la ocasión para compartir una reflexión que comprobé cuando tuve en mi poder toda el apetito sexual de semejante espécimen delicado y sensual.
Cuando conocí su seudónimo era inevitable pensar en el poema de Hesíodo donde narra la obra y vida de Perséfone, y como se convirtió —obligada por Hades— en reina del Inframundo. A saber, en ella encontré esa fertilidad perenne de hambre sexual que parece ser inmutable a través del tiempo, y aunque hace la aclaración sobre su ninfomanía, fue un deleite aspirar en saciar ese apetito insoldable.
Segundo, me resulta irresistible hacer una semblanza al maestro Dante Alighieri, cuando dice: «A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba, porque mi ruta había extraviado». Solo que a diferencia de Dante “el personaje narrado y representación del autor”, yo no extravié mi camino, sino que hube de confabular para urdirlo en la lumbre y el placer.
Sin más dilación procedo en relatar parte de mi proeza con la reina de mis noches y mis desvelos.
Desde diciembre busqué coincidir, pero no fue posible. Así que estuve atento a su regreso en este mes, y por fin logramos acordar una cita en el nicho donde retozan las almas corrompidas por el frenesí del pecado.
Pactamos hacer la reunión matutina, me instalé como era debido —habitación con Jacuzzi y notificación de la habitación a la señorita—, realicé todos los preparativos que se hacen antes de cada cita. Una vez listo procedí a esperar cómodamente a que llegara.
Suena el teléfono, y era el aviso que todos esperamos con ansias.
Sinceramente al no conocer su cara siempre existe esa zozobra respecto al aspecto, sin embargo, no es fea y le encontré parecido a una amiga, así que era como si estuviese descargando mi virilidad en un rostro familiar.
Escuché los tacones resonando cada vez más fuerte, y al abrir me encuentro a la esposa de Hades que subió del inframundo para abrasar a un simple mortal como yo, con el fuego fatuo de su pasión desenfrenada.
Me pide que la reciba como es debido, y de inmediato noté que la interacción era arrebatada y excesiva —para nada es queja—, porque el beso de bienvenida fue prologado; mucha lengua, muchas mordidas de labio, y caricias furtivas.
Después rompimos el hielo sobre la cama, y comenzó los envites de pasión. Coloqué sus grandes zapatillas como aretes azabaches que se columpiaban sobre mis hombros. Entre besos y el deleite de mi boca son sus pezones perforados, estuve intercalando las interacciones a manera de pausas entre cada incursión de mi lanza de carne. Sentí como un hontanar de néctar bañaba a mi soldado solitario, y eso demostraba que los múltiples orgasmos eran verídicos.
Reposamos, bebidos un poco, escuchábamos música de su gusto (un metal, alternativo, post punk, punk, metal, hardcore) —lo cual era un deleite, porque no hay muchas mujeres que tengan esos gustos musicales—. Después de la recuperación le pedí que me montara para comprobar su rendimiento, el cual volvió a ser sobresaliente. Aunque antes de eso, sacó a relucir su gran capacidad para el oral que fundió en llamas ardientes al llanero anacoreta.
El talle carnoso de su figura me estimulaba al verlo dejado de su lencería llena de líneas, y encaje. El movimiento de cadera era ideal, y nuevamente sentí como del manantial brotaba néctar que volvió a inundar a mi soldado solitario.
Los besos, las mordidas en las viandas perforadas; absolutamente todo hacía juego con la intensidad del fuego fatuo de su pasión.
La invité al Jacuzzi que estaba listo, y ahí fue más de lo mismo. Vino para rememorar al dios Baco, y entre las caricias hubo momento de platicar largo y tendido sobre el séptimo arte, historia del arte universal y corrientes antropológicas, así como un poco de teología.
En verdad, me sentí cautivado por tan placentera plática.
El tiempo acabó y quedaron pendientes más aventuras entre nosotros, y se firmó un hasta pronto.
Un pequeño pensamiento para ella.
Ella representa la pasión más baja
y la cima más elevada del pensamiento;
es, como diría cualquier filósofo:
La cúspide del ocaso humano,
porque detrás de toda esa lumbrera
existe el refugio donde todo hombre desea descansar.
A tener en cuenta que Perséfone entra en la categoría curvy/chubby, y no es para todo el público. En lo que respecta a su rendimiento, la nota es muy alta. Recomendable para el público amante de la abundancia de carne y de placer.
Sin otro asunto que atender, siempre suyo, Stefan Volich.